Westvleteren 12 Belgian Quadrupel
10,2 % de alcohol por volumen
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Soy Westvleteren 12 — la leyenda trapense, nacida del silencio y la devoción.
Detrás de los muros de la Abadía de San Sixto, en el pequeño pueblo de Westvleteren, Bélgica, monjes trapenses han elaborado esta joya desde 1940, no por fama ni lucro, sino como acto de fe y sustento espiritual.
Cada botella es fruto de una paciencia monástica: elaborada a mano, fermentada en botella y producida en cantidades limitadas, solo para quienes buscan lo verdaderamente extraordinario.
Mi cuerpo es oscuro y profundo, con reflejos rubí y ámbar envejecido, cubierto por una espuma beige cremosa que anuncia quietud y respeto.
Mi aroma se abre lentamente — caramelo, dátiles, higos, pasas y un leve eco de cacao y especias — como si cada nota contara una historia de siglos.
En boca, despliego capas de dulzor maltoso, frutas maduras, miel oscura y toques de clavo y vainilla, todo envuelto en una textura aterciopelada que termina en un final cálido, largo y contemplativo.
Con 10.2% de alcohol, no busco impresionar con fuerza, sino con armonía, profundidad y equilibrio perfecto.
Quienes me conocen saben que no soy una cerveza común: soy una oración líquida, un legado trapense, una experiencia que se bebe con reverencia.
🍷 Westvleteren 12 — la Quadrupel que el mundo llama perfecta.
Lugar de nacimiento:
Westvleteren, Flandes Occidental, Bélgica
Estilo:
Cuádruple Belga
Porcentaje de alcohol:
10.2%
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En el silencioso pueblo de Westvleteren, en Flandes Occidental, Bélgica, se alza la Abadía trapense de San Sixto (Sint-Sixtusabdij), cuna de una de las cervezas más admiradas del mundo. Su historia comienza en 1831, cuando un grupo de monjes trapenses provenientes de la Abadía de Mont des Cats (Francia) se estableció en este rincón de tierra flamenca, buscando una vida de oración, trabajo y autosuficiencia.
Fieles al lema benedictino “Ora et labora” —reza y trabaja—, los monjes comenzaron a elaborar cerveza en 1839, no como negocio, sino como sustento para la comunidad y ayuda a los necesitados. Desde entonces, su producción ha permanecido limitada, artesanal y profundamente espiritual, manteniendo intacta la filosofía trapense: la cerveza no se fabrica para lucrar, sino para vivir y compartir.
Durante más de un siglo, la cervecería Westvleteren ha resistido guerras, crisis y modernización, manteniéndose fiel a su método tradicional. Cada botella se elabora dentro de la abadía, con ingredientes naturales, fermentación en botella y una paciencia casi monástica. No tiene etiquetas llamativas, campañas publicitarias ni distribución masiva — solo un pequeño número de cajas vendidas directamente por los monjes, previa reserva telefónica o visita al monasterio.
Su creación más famosa, la Westvleteren 12, nació en la década de 1940 y es considerada por muchos la mejor cerveza del mundo, símbolo de equilibrio, profundidad y perfección. Hoy, los monjes de San Sixto siguen elaborando esta joya en el mismo silencio contemplativo que sus antepasados, recordándonos que la grandeza no necesita ruido, solo devoción.