Desde 1931, he sido elaborada dentro de los muros sagrados de la Abadía de Orval, no por lucro, sino por propósito.
Mi creación nació como una forma de reconstruir el monasterio, con una receta diseñada por el maestro cervecero bávaro Pappenheimer y guiada por las manos y valores de los monjes trapenses.
Hoy sigo siendo la única cerveza elaborada en Orval, hecha con cuidado, humildad y profundo respeto por los dones de la naturaleza.
Cada botella apoya a la abadía y a obras benéficas, porque aquí, el arte de elaborar cerveza es un acto de servicio.

Me presento en un ámbar anaranjado brillante, coronada por una espuma blanca y densa, liberando aromas de levadura salvaje, cuero envejecido, especias y tierra.
Elaborada con lúpulos aromáticos y madurada con levaduras belgas y Brettanomyces, ofrezco capas de complejidad: amarga pero suave, frutal pero seca, con un toque de acidez y un final que permanece como una oración susurrada.
Cada sorbo está vivo — y con el tiempo evoluciono, revelando nuevas profundidades con cada estación que pasa.

No soy producida en masa.
No tengo prisa.
Soy una cerveza viva, creada en silencio y perfeccionada con paciencia.
Pruébame ahora o guárdame por años — siempre te recibiré de una manera distinta, pero con la misma alma.

Soy Orval — un legado trapense en forma líquida.